
Inés, joven educada en un colegio con fuertes principios religiosos, se jactaba de su pureza y buenos modales.
El
profesor de botánica un día decidió llevar a la clase a una excursión
por el campo, para explicarles algunos detalles que habían visto
anteriormente; el dia transcurrió muy ameno, todos habían disfrutado
realmente ese paseo. Cuando llegó la hora de comer algo, todos se
quedaron sentados bajo un árbol que con su frondosa sombra invitaba a la
relajación, el profesor por el contrario decidió caminar un poco hacia
otros árboles que se veían a poca distancia.
Inés, lo alcanzó y
empezó a preguntarle acerca de algunas plantas que habían llamado su
atención. Mientras el profesor explicaba cada una de sus dudas,
continuaron caminando hasta detenerse bajo un árbol de castaño;
inmediatamente Inés, hizo un ademán con su nariz como queriendo descifrar
algún aroma e interrumpió a su profesor diciéndole que el olor que
percibía le era muy familiar, el profesor se puso nervioso y le dijo que
no podía ser posible eso, su actitud cambió y trató de evadir el tema.
Inés
insistió que ese aroma le era muy familiar y que al parecer el profesor
se había sentido incómodo con su aseveración, le comentó que si había
hecho algo indebido, a lo que el profesor contestó que no era
precisamente algo que haya hecho, pero que entre los botánicos, solían
mencionar que algunas plantas y árboles incluida la flor de castaño
tenia ese olor peculiar de... cuando un hombre eyacula.
-
Fue
una revelación inesperada. El profesor de un momento a otro había
cambiado la percepción que se había generado en su propia cabeza a cerca
de Inés, y en su mismo pensamiento se reprochó, se decía a si mismo,
que como persona educada y de pensamientos de avanzada no podía dejarse
llevar por los prejuicios. Le parecía familiar un olor que era
considerado prohibido para una señorita, que como ella, se jactaba de su
pureza moral y espiritual.
Inés pareció notar un
cambio en el semblante del profesor nuevamente, se pintó un ligero rubor
en sus mejillas que la hizo ver un poco más bella y un poco menos pura,
y prosiguió en admirar la naturaleza que les rodeaba. El profesor no se
daba cuenta pero algo en su propio interior se estaba desbordando con
una fuerza mayor que una marejada, con un calor superior al que genera
un meteorito cuando se desmorona al hacer contacto con la atmósfera.
Pensaba en la ternura de los pétalos de las flores que les rodeaban,
pensaba en los colibríes que palpitantemente buscaban néctar
introduciendo sus picos en los retoños de esas flores, como si no
hubiera mañana. Esbozó una sonrisa que Inés no pudo pasar desapercibida.
¿Qué le estaba pasando? no se podía explicar como hasta ese momento no
había notado la exquisita belleza que acompañaba a Inés todo el tiempo, y
de como el aroma de su piel mezclado con el de la flor de castaño le
provocaba tal aversión en su espíritu.
Inés sacó al
profesor de sus pensamientos tocando su mano y diciendo que era mejor
que regresaran. Él al sentir el rose con sus suaves dedos se estremeció
un poco, pero esto hizo también que regresara a la realidad. El profesor
apretó la mano de Inés, se reincorporó y le ayudó a que ella se pusiera
de pie. Justo en el momento en que Inés recuperó la posición erguida,
levantó su cabeza y sus miradas se cruzaron. El profesor no dejaba de
apretar la delicada mano y ella no hacía por soltarse. El profesor la
miraba como si hubiera descubierto una nueva flor paseando por las
llanuras de siempre, nuevamente ella le sacó de su ensimismamiento
diciéndole "Es posible aprender muchas cosas nuevas gracias a las
plantas, ¿no es verdad profesor?", él le contestó "Así es, Inés", y sin
decir más, se fueron caminando a por debajo de los árboles para
encontrarse nuevamente con los demás alumnos de la clase.