Dos personas, dos estilos diferentes, dos ciudades tan distantes... un tema, una historia.

domingo, 29 de diciembre de 2013

El dilema de Linda



Linda yace en su cama, tranquila e impasible, de verdad parece que nada sucediera en esa habitación, pero esta pensando. No sabe que será de su vida, apenas ayer estaba dejando atrás la adolescencia, y si, justo ayer estaba todavía festejando su cumpleaños número 18, viviendo su transición feliz y sin preocupación alguna, viviendo al máximo, dicen.

Linda había tenido una adolescencia plena, escuela con muchos amigos, había logrado concluir la preparatoria con un promedio destacado, hacía natación recreativa, le gustaba ir a bailar y tenía una novia que la quería mucho, sí, una novia.

Sandy era el nombre que le retumbaba en su cabeza todos los días. Habían sido amigas desde que había empezado la prepa, inseparables. Conectaron desde la primera vez que se vieron:

- Hola, ¿estas apartando ese lugar con tu mochila? - preguntó Sandy.
- Creo que si, a tí - le contestó vagamente Linda, sin dejar pasar desapercibida la sonrisa pícara que Sandy le regalaba.

Desde esa ocasión fueron amigas inseparables. El clásico cliché adolescente, se contaban sus secretos, sus inquietudes, compartían su ropa, secreteaban confidencias e incluso hasta hacían tareas juntas.

Todo parecía tan "normal", una amistad inocente. Linda no entendía porque cuando estaba con Sandy de repente sentía no sólo esa pertenencia a algún lugar llamado hogar, sino además ese revoloteo en el estómago y ansiedad en el corazón que sólo otorga el placer hacia lo desconocido.

Pintaban sus uñas un día en la plaza, los últimos días de preparatoria, pronto cumplirían 18, pronto irían a una universidad diferente, y en ese entonces, entre los últimos exámenes les quedaba mucho tiempo libre que aprovechaban juntas. Ahí estaban una junto a la otra en una banca cualquiera, tomadas de las manos mientras apreciaban su reciente obra de arte plasmada en las uñas de la otra, cuando Linda no pudo contenerse más y se arrojó a robar un beso en un acto desesperado por convertir ese momento en único y eterno, sin importarle más que ese sentimiento intenso y palpitante que le rodeó por completo. Al momento que Linda sentía el rose de los deseados labios y como estos se tensaban, se le escapó una lágrima pensando que podría ser la primera y última vez que convivía con Sandy de esa manera, cuando de repente, la tensión desapareció y en un santiamén sintió en sus labios como le respondía ese beso con la misma calidez que Sandy recibía.

Ese verano fue grandioso, su lazo se consolidó aún más. Se descubrieron, se comprendieron, se contaron más cosas, si es que eso era posible. Les costaba no mostrar su felicidad al mundo exterior. Habían sido discretas hasta esa tarde del cumpleaños de Linda, cuando en un arrebato de felicidad luego de haber empujado a Linda al pastel, Sandy no se detuvo y se embarró pastel en la cara dándole un profundo beso en la boca a Linda al momento que todos los invitados las miraban. Los flashes de las cámaras se apagaron y los papás de Linda que estaban a su otro costado solo quedaron estupefactos, toda la escena en ese momento se quedó inmóvil por unos momentos, como una auténtica fotografía. Momentos es decir unos cuantos segundos, pero de esos segundos que parecen durar una eternidad. Todo pasó por la cabeza de Linda y de Sandy al momento que por parte de los papás de Linda y de los demás invitados se ataban tantos cabos sueltos. Parecía que solo faltaba una acción así para confirmarlo todo, para superar la negación. Los papás de Linda se marcharon sin decir más, algunos de sus amigos más cercanos abrazaron a ambas, otros ante la incomodidad aprovecharon para escabullirse.

Después de haberse marchado los invitados inclusive Sandy, Linda subió a su cuarto, caminando lentamente como si en cada paso meditara que fue lo que exactamente pasó. Se dejó caer en la orilla de la cama, un poco desganada, por que sabía la tempestad que se avecinaba, de repente no hubo mas ruido ni en la cocina, ni en la sala, ni en los pasillos, ni en su cuarto, se podía escuchar con toda precisión el latir de su corazón, o al menos esa impresión tenía por el nerviosismo que la invadía.

Así que ahí estaba Linda, escuchó ruido en las escaleras, sus papás subían, o tal vez solo su padre para pedirle que bajara a la sala y así hablar con ella. Aún en ese momento de estrés, Linda seguía pensando en Sandy. No hizo intento alguno por dirigirse a la sala.

A los pocos minutos escuchó sonar la puerta de su habitación, sabía que tendría que ser franca, ese momento inevitable, ahora ineludible, hacía su arribo al fin.

Abrió la puerta lentamente, como queriendo evitar el momento. Del otro lado, su padre, que comúnmente se caracterizaba por su aspecto bonachón, esta vez tenia el rostro desencajado, para Linda era completamente desconocida esa imagen. Solo vio una lágrima derramarse por la mejilla de su padre, y él enseguida pronunció: ¡Te vas de la casa! se retiró de inmediato y golpeó el muro al final del pasillo mientras se alejaba, al llegar al cuarto se encerró y por lo que Linda logró escuchar empezó una discusión entre sus padres.

Estaba triste, destruida y sin saber que hacer. Esa persona que vio no era su papá, el jamás la dejaría sin explicar una situación, pero esta vez parecía ser todo muy diferente. Tomó su celular y un poco de ropa y lo echó a una mochila un tanto sucia, era la misma que les había servido para hacer un camping en una zona cercana con Sandy y sus amigas días atrás.

Sin decir adiós se apresuró a salir de la casa, caminó y caminó por las calles de la ciudad, sabía que tenia que estar sola por algún tiempo, necesitaba pensar que decisión tomar.

Esa noche, se sintió sin amigas, aunque si las tenía, no quizo hablar con las personas; quizo no pertenecer por un instante a este mundo, finalmente paró su loco caminar en la central de autobuses y ahí entre pasajeros varados e indigentes logró pasar la larga y fría noche.

A la mañana siguiente con los rayos del sol, despertó con una decisión en su mente; al ver su celular descubrió que tenia mas llamadas perdidas, que las que había visto en su vida entera. Algunas eran de su mamá, algunas de sus amigas, y el resto eran de Sandy; obviamente todos querían tener noticias de ella, pero nadie sabia siquiera donde había pasado la noche.

Tenia un plan y estaba por ejecutarlo.

Recordó que días atrás había dejado un algo en la casa de su amigo Rodrigo, su cómplice cuando quería dar gratas sorpresas a Sandy. Se apresuró a llegar a la casa de él.

Cuando estuvo ahí, escaló por una de las paredes hasta la ventana del cuarto de Rodrigo, entró sigilosamente, a su derecha yacía su amigo envuelto entre sábanas y apenas el dedo gordo de su pie se escapaba de ellas. Echó un vistazo rápido y abrió el armario, repasó con la mirada los objetos que estaban ahí y se detuvo desilusionada de no encontrar lo que buscaba, se agachó y continuó en el piso y debajo de la cama, también sin tener éxito. Alzó la vista y justo apenas por encima del cuerpo dormido de su amigo logró ver una silla al otro lado del cuarto, gateando y cuidando de no hacer ruido llegó hasta ella y descubrió que había dado con lo que buscaba, lo tomó y lo metió en su mochila, algo que parecía ser una cuerda, nerviosamente se acercó a la ventana y descendió hasta el césped justo en el frente de la casa.

Sabía que tenía que hacer algo que hiciera reaccionar a sus papás de una forma u otra.

Recordó que a escasamente 2 kilómetros se encontraba un puente, y por debajo de este siempre pasaba su papá con estricta puntualidad a las 8:45 am. Volteó a ver su reloj y marcaba las 8:35 am. corrió lo mas rápido que pudo y subió al puente y en un arrebato de coraje y decisión sacó de su mochila la cuerda y dejó que una de las puntas cayera ligeramente por el lado donde pasaría su padre.

Algunos transeúntes que se encontraban caminando justo por las aceras de ambos lados debajo del puente se detuvieron con curiosidad para averiguar que pretendía hacer esa jovencita con lágrimas en los ojos, supusieron lo peor, al ver la cuerda le gritaron que no lo hiciera y otros se apresuraron para hablar a la policia.

Linda posicionada en el puente vio en la lejanía lo que parecía ser el coche de su padre, hizo el último nudo a la cuerda y mientras observaba como se aproximaba rápidamente el vehículo, sabia que el momento para hacerlo habia llegado.

El padre la lo lejos reconoció a esa persona en lo alto del puente, disminuyó la velocidad justo antes de llegar, tenia un mal presentimiento e hizo un gesto de arrepentimiento, sabia que pasara lo que pasara ya no habia forma de evitarlo.

Sorpresivamente para todos quienes observaban la escena desde abajo, no se dejó caer ella como suponían lo haria, en su lugar una manta se desplegó y se podía leer: "Sandy, te quiero. Lucharé por ti".

lunes, 5 de agosto de 2013

Nos reconocimos en el elevador

Uvaldina Alejandra Ramírez Aguilar, "Uva" para los cuates. Desde hace 27 años he lidiado con ese nombre, feo o no era algo con lo que me había acostumbrado a vivir.

Acababa de llegar del trabajo, pasada la media noche, había sido un día pesado, vivo en un tercer piso y por fortuna en el edificio hay elevador, después de saludar al chico de seguridad de la entrada, me dirigí hacia la puerta para presionar el botón que me llevaría al piso de mi departamento, cuando de repente trastabillando se acercó hacia mi, Raúl, el chico más guapo que conocía y vivía en el piso cinco, me alegraba verlo pero tenía una muy buena borrachera encima.

Se abrieron las puertas y los dos entramos, presioné el botón del piso tres y él el cinco. Me vio y me preguntó ¿Cómo te llamas?, -ya se lo había dicho en dos ocasiones anteriormente- y respondí: Uva. Se rió y dijo, que bonito nombre; era la primera persona que me decía eso, se me dibujó una sonrisa en el rostro y pensé que esta debía ser mi oportunidad para invitarlo a salir.

En la pantalla del elevador apareció el número dos, sólo tenía unos segundos para hablar con él antes de bajarme. Me gusta tanto que las manos me empezaron a sudar y la mente se me puso en blanco mientras veía aparecer el número tres. Era tiempo de bajar... Se abrieron las puertas y presioné el botón para que se cerrarán nuevamente, no estaba dispuesta a bajarme sin intentar hablarle, volteé y él jugueteaba con su celular, ni siquiera notó la escena.

Ya el número cuatro aparecía en la pantalla, podía sentir el palpitar de mi corazón, las manos me sudaban aún más y yo tenía atorada la voz, mi oportunidad se esfumaba; a unos segundos de llegar al quinto piso supe que no me atrevería, bajé la cara con resignación. Abruptamente el ascensor se estremeció, se había detenido, se apagaron las luces y se encendieron las de emergencia, que dejaban un ambiente rojizo en esos 3 metros cuadrados.

Presioné los botones desesperadamente creyendo que podría tratarse de algún incendio, Raúl tranquilamente y con su aliento alcohólico me dijo
-No te preocupes, siempre pasa lo mismo, es un apagón, no tarda en funcionar nuevamente.

Sus palabras me tranquilizaron y mi mente volvió en lo que estaba, me di la vuelta lo miré a los ojos, le di las gracias y después pregunté: ¿Qué es lo más loco que has hecho en un elevador? Me vió, tartamudeó como queriendo responder rápida y correctamente pero no pudo, su reacción la tomé como un signo de complacencia, la complacencia para mi significaba que le agradaba y si le agradaba tenía oportunidad. En fracciones de segundos, me acerqué y comencé a besarlo.

Su primer reacción fue la de aumentar el tamaño de sus ojos mostrando una clara sorpresa, después volvió a cerrarlos, en ningún momento tuvo la intención de detenerme.

Mis besos fueron tiernos al principio pero fuimos aumentando rápidamente el ritmo e intensidad de ellos, el mordió en dos ocasiones mis labios, yo alternaba metiendo mi lengua entre sus carnosos labios. Sentí una de sus manos poniéndomela sobre mi pecho y después deslizándose hasta los botones de la blusa, los desabrocho uno a uno con tanta sutileza que hacia difícil notarlo, en cuanto me quitó esa prenda su mano se dirigió a mi espalda y sin forcejear también desabrocho el brassiere, liberando mis pechos y dejando a su vista mis pezones que excitados se erguían.

Me colocó una mano sobre su pene, como para indicarme que el también necesitaba ser liberado, y lo pude notar más potente y duro que aquellos que había conocido en mi vida. Desabroché su pantalón y deje caer la prenda sobre sus pies, mientras él por su cuenta se quitaba la camisa, yo aproveché para quitar la última prenda de su cuerpo, al verse un poco más desnudo que yo, se apresuró a dejarme en igualdad. Continuó besándome, buscando mi cuello y haciéndome erizar con cada respiración suya. Me tomó de las caderas y me giró de manera brusca, en ese momento me percaté de un detalle que había pasado por alto, tenía frente a mi un espejo, lo vi por el reflejo y los dos sonreímos en complicidad.
....
No podía creer que me había atrevido al fin, el elevador reaccionó y me apresuré a oprimir el botón del tercer piso. ¿lo dejé entrar en mi casa? ... si. Hicimos escalas hasta llegar a mi habitación, con trastabilleos por estar medio vestidos,  logré guiarlo hasta llegar a mi cama. A media luz seguí besándolo hasta despojarlo de todas sus prendas, no se como hizo él para jalar la poca ropa que quedaba sobre mi cuerpo, al final de cuentas terminamos igual de desnudos. Estaba a sólo a un par de centímetros de poder sentirlo dentro, su palpitar erizaba mi piel, no pude aguantar más. 

Sudamos tanto y dormimos tan poco. Percibí el olor de alcohol que transpiraba su cuerpo, que no podía dejar de acariciar mientras él empujaba más y más. Enloquecí, me agoté, él se estremeció, yo grité. Al terminar no me di cuenta el momento en que quedé profundamente dormida, mientras el balbuceaba mi nombre: "Uva".

El olor a resaca me despertó por la mañana, ¡me había quedado dormida para ir al trabajo! Noté que Raúl no estaba, ningún vestigio de su presencia había quedado en mi habitación, solo su olor sobre mi piel, combinación de transpiración y sexo que me dejaba claro que no había sido un sueño lo de esa noche, pero... ¿y él? 

"Tonta", pensé para mis adentros, mientras regresaba del trabajo. No podía ilusionarme con algo así, una aventura de una noche seguramente había sido para él, tal vez ahora jamás podré acercarme. Aunque otra parte de mí se aferraba a la posibilidad de que podía tratarse de una puerta que se abría a más encuentros como ese. 

Entré al elevador, la puerta se iba cerrando cuando alguien estiró la mano y dijo "Espere por favor". Yo oprimí el botón de espera, Raúl se asomó y entró. No pude evitar dedicarle una sonrisa cuando me miró, sin embargo el momento duró poco, él no dedicó atención a mirarme, sino que solo dijo "Gracias" y subió al ascensor. Oprimí el botón del piso tres y el se apresuró a oprimir el botón del piso cinco. Me sentía una estúpida, y no por lo que había pasado sino por la ilusión que ello me había generado. Lo imaginaba otra vez tocándome mientras pasábamos el primer piso. Luego deseé que el elevador se descompusiera otra vez, que reviviera aquel momento tal cual. Yo volteé a verlo pero él estaba mirando el indicador de piso que cambiaba mientras pasábamos la segunda planta del edificio. Se veía tan guapo, más que como lo recordaba de la noche anterior, solo que hoy sobrio y con su seguridad de siempre. El indicador estaba cambiando a tres, y yo cada vez mas resignada me dispuse a salir apresuradamente en cuanto se abriera la puerta. 

Se abrió la puerta del elevador, al que en ese momento odié tanto, empezaba mi carrera cuando inesperadamente, sentí la mano de Raúl que me detenía y me jalaba hacía adentro nuevamente. Raúl me tomo por detrás y me pego a su cuerpo abrazándome firmemente. Se acercó a mi oído y suavemente susurró "Uva, ¿que te parece si hoy vamos a mi depa?". Mis ojos se abrieron, mientras él empezaba a acariciar mi pecho con sus manos, yo me estreché a él y , mientras un beso suyo se ahogaba en mi cuello, levantamos la mirada de costado y nos miramos al espejo. En el reflejo, nos volvimos a sonreír con la complicidad de dos reconocidos amantes. Entonces, se cerró la puerta, y el elevador continuó su camino.