Dos personas, dos estilos diferentes, dos ciudades tan distantes... un tema, una historia.

lunes, 5 de agosto de 2013

Nos reconocimos en el elevador

Uvaldina Alejandra Ramírez Aguilar, "Uva" para los cuates. Desde hace 27 años he lidiado con ese nombre, feo o no era algo con lo que me había acostumbrado a vivir.

Acababa de llegar del trabajo, pasada la media noche, había sido un día pesado, vivo en un tercer piso y por fortuna en el edificio hay elevador, después de saludar al chico de seguridad de la entrada, me dirigí hacia la puerta para presionar el botón que me llevaría al piso de mi departamento, cuando de repente trastabillando se acercó hacia mi, Raúl, el chico más guapo que conocía y vivía en el piso cinco, me alegraba verlo pero tenía una muy buena borrachera encima.

Se abrieron las puertas y los dos entramos, presioné el botón del piso tres y él el cinco. Me vio y me preguntó ¿Cómo te llamas?, -ya se lo había dicho en dos ocasiones anteriormente- y respondí: Uva. Se rió y dijo, que bonito nombre; era la primera persona que me decía eso, se me dibujó una sonrisa en el rostro y pensé que esta debía ser mi oportunidad para invitarlo a salir.

En la pantalla del elevador apareció el número dos, sólo tenía unos segundos para hablar con él antes de bajarme. Me gusta tanto que las manos me empezaron a sudar y la mente se me puso en blanco mientras veía aparecer el número tres. Era tiempo de bajar... Se abrieron las puertas y presioné el botón para que se cerrarán nuevamente, no estaba dispuesta a bajarme sin intentar hablarle, volteé y él jugueteaba con su celular, ni siquiera notó la escena.

Ya el número cuatro aparecía en la pantalla, podía sentir el palpitar de mi corazón, las manos me sudaban aún más y yo tenía atorada la voz, mi oportunidad se esfumaba; a unos segundos de llegar al quinto piso supe que no me atrevería, bajé la cara con resignación. Abruptamente el ascensor se estremeció, se había detenido, se apagaron las luces y se encendieron las de emergencia, que dejaban un ambiente rojizo en esos 3 metros cuadrados.

Presioné los botones desesperadamente creyendo que podría tratarse de algún incendio, Raúl tranquilamente y con su aliento alcohólico me dijo
-No te preocupes, siempre pasa lo mismo, es un apagón, no tarda en funcionar nuevamente.

Sus palabras me tranquilizaron y mi mente volvió en lo que estaba, me di la vuelta lo miré a los ojos, le di las gracias y después pregunté: ¿Qué es lo más loco que has hecho en un elevador? Me vió, tartamudeó como queriendo responder rápida y correctamente pero no pudo, su reacción la tomé como un signo de complacencia, la complacencia para mi significaba que le agradaba y si le agradaba tenía oportunidad. En fracciones de segundos, me acerqué y comencé a besarlo.

Su primer reacción fue la de aumentar el tamaño de sus ojos mostrando una clara sorpresa, después volvió a cerrarlos, en ningún momento tuvo la intención de detenerme.

Mis besos fueron tiernos al principio pero fuimos aumentando rápidamente el ritmo e intensidad de ellos, el mordió en dos ocasiones mis labios, yo alternaba metiendo mi lengua entre sus carnosos labios. Sentí una de sus manos poniéndomela sobre mi pecho y después deslizándose hasta los botones de la blusa, los desabrocho uno a uno con tanta sutileza que hacia difícil notarlo, en cuanto me quitó esa prenda su mano se dirigió a mi espalda y sin forcejear también desabrocho el brassiere, liberando mis pechos y dejando a su vista mis pezones que excitados se erguían.

Me colocó una mano sobre su pene, como para indicarme que el también necesitaba ser liberado, y lo pude notar más potente y duro que aquellos que había conocido en mi vida. Desabroché su pantalón y deje caer la prenda sobre sus pies, mientras él por su cuenta se quitaba la camisa, yo aproveché para quitar la última prenda de su cuerpo, al verse un poco más desnudo que yo, se apresuró a dejarme en igualdad. Continuó besándome, buscando mi cuello y haciéndome erizar con cada respiración suya. Me tomó de las caderas y me giró de manera brusca, en ese momento me percaté de un detalle que había pasado por alto, tenía frente a mi un espejo, lo vi por el reflejo y los dos sonreímos en complicidad.
....
No podía creer que me había atrevido al fin, el elevador reaccionó y me apresuré a oprimir el botón del tercer piso. ¿lo dejé entrar en mi casa? ... si. Hicimos escalas hasta llegar a mi habitación, con trastabilleos por estar medio vestidos,  logré guiarlo hasta llegar a mi cama. A media luz seguí besándolo hasta despojarlo de todas sus prendas, no se como hizo él para jalar la poca ropa que quedaba sobre mi cuerpo, al final de cuentas terminamos igual de desnudos. Estaba a sólo a un par de centímetros de poder sentirlo dentro, su palpitar erizaba mi piel, no pude aguantar más. 

Sudamos tanto y dormimos tan poco. Percibí el olor de alcohol que transpiraba su cuerpo, que no podía dejar de acariciar mientras él empujaba más y más. Enloquecí, me agoté, él se estremeció, yo grité. Al terminar no me di cuenta el momento en que quedé profundamente dormida, mientras el balbuceaba mi nombre: "Uva".

El olor a resaca me despertó por la mañana, ¡me había quedado dormida para ir al trabajo! Noté que Raúl no estaba, ningún vestigio de su presencia había quedado en mi habitación, solo su olor sobre mi piel, combinación de transpiración y sexo que me dejaba claro que no había sido un sueño lo de esa noche, pero... ¿y él? 

"Tonta", pensé para mis adentros, mientras regresaba del trabajo. No podía ilusionarme con algo así, una aventura de una noche seguramente había sido para él, tal vez ahora jamás podré acercarme. Aunque otra parte de mí se aferraba a la posibilidad de que podía tratarse de una puerta que se abría a más encuentros como ese. 

Entré al elevador, la puerta se iba cerrando cuando alguien estiró la mano y dijo "Espere por favor". Yo oprimí el botón de espera, Raúl se asomó y entró. No pude evitar dedicarle una sonrisa cuando me miró, sin embargo el momento duró poco, él no dedicó atención a mirarme, sino que solo dijo "Gracias" y subió al ascensor. Oprimí el botón del piso tres y el se apresuró a oprimir el botón del piso cinco. Me sentía una estúpida, y no por lo que había pasado sino por la ilusión que ello me había generado. Lo imaginaba otra vez tocándome mientras pasábamos el primer piso. Luego deseé que el elevador se descompusiera otra vez, que reviviera aquel momento tal cual. Yo volteé a verlo pero él estaba mirando el indicador de piso que cambiaba mientras pasábamos la segunda planta del edificio. Se veía tan guapo, más que como lo recordaba de la noche anterior, solo que hoy sobrio y con su seguridad de siempre. El indicador estaba cambiando a tres, y yo cada vez mas resignada me dispuse a salir apresuradamente en cuanto se abriera la puerta. 

Se abrió la puerta del elevador, al que en ese momento odié tanto, empezaba mi carrera cuando inesperadamente, sentí la mano de Raúl que me detenía y me jalaba hacía adentro nuevamente. Raúl me tomo por detrás y me pego a su cuerpo abrazándome firmemente. Se acercó a mi oído y suavemente susurró "Uva, ¿que te parece si hoy vamos a mi depa?". Mis ojos se abrieron, mientras él empezaba a acariciar mi pecho con sus manos, yo me estreché a él y , mientras un beso suyo se ahogaba en mi cuello, levantamos la mirada de costado y nos miramos al espejo. En el reflejo, nos volvimos a sonreír con la complicidad de dos reconocidos amantes. Entonces, se cerró la puerta, y el elevador continuó su camino.

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