Dos personas, dos estilos diferentes, dos ciudades tan distantes... un tema, una historia.

martes, 18 de diciembre de 2012

La revelación del vagabundo

"Hoy voy a cambiar".... Nahuel balbuceó entre sueños, justo con ese último remanso de modorra que queda en uno cuando estas a punto de abrir los ojos al despertar. Se quitó la cobija sucia que le cubría la cara y observó a los transeúntes que apurados andaban por esa ancha acera, corriendo algunos incluso, pasaban una y otra vez sin mirarlos si quiera. Se movió ligeramente y percibió la respiración que le acompañaba en ese colchón viejo e irregular, era Pancho, su viejo y fiel amigo, aún yacía dormido y se veía tan tranquilo, Pancho era un perro callejero, bueno, era su perro callejero, que no es lo mismo.
Habían dormido juntos otra vez como era costumbre en esa época del año para menguar el frío que por madrugada llegaba a hacer. Pancho siempre tardaba en despertar, "valiente perro guardián", pensaba su amo, pero Pancho se tomaba muy en serio dormir a gusto en el colchón, algo que sólo está al alcance de algunos perros de alta alcurnia y portentoso pedigree, Pancho debía aprovechar.

"Hoy voy a cambiar", se repitió Nahuel un poco más despierto que cuando esa idea le pasó por la cabeza. Con mucho cuidado de no despertar a Pancho, se levantó, tarea fácil en un colchón de esos nuevos y ostentosos que se hunden solo en el preciso lugar donde haces presión y que no emiten ningún sonido cual nube de algodón. Este colchón definitivamente no era así, con mucho cuidado e igual numero de rechinidos de los resortes oxidados del colchón Nahuel consiguió levantarse y mantener a su perro aún dormido.

La calle lucía como un día hábil cualquiera, con mucha prisa y gente con ropa de oficina haciendo ruido con sus zapatos al caminar. Nahuel se acomodó un deshilachado gorro sobre su despeinada cabellera, se puso esos zapatos tennis que para él eran nuevos, porque tenía poco que los acababa de encontrar, y en muy buen estado, y se dirigió a la plaza que estaba cruzando la calle, se sentó en una banca y dejó que el sol le pegara en la cara, ese sol invernal que no calienta nada, y pensó "Hoy voy a cambiar"... Nahuel era un vagabundo.
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Karla, una chica joven recién egresada de la universidad, había decidido inscribirse semanas atrás a un concurso para poder elegir al nuevo colaborador de un periódico local. La dinámica era sencilla, quien presentara la mejor historia y después de una entrevista con el editor quedaría contratado para trabajar con ellos.

Buscando inspiración en diversos lugares, se le ocurrió escribir acerca del accidente que había sufrido un parapentista recientemente, pero se le hizo demasiado común hablar sobre accidentes. Cambió de idea y pensó en escribir una reflexión de como hemos sido engañados por una supuesta democracia, mientras los círculos de poder son los que dominan al país, pero es el tema que está en boga, seguro habría muchos artículos parecidos.

Decepcionada un poco por no saber que escribir se sentó en la banca que estaba en la plaza por la que caminaba, observó a su alrededor y encontró a una paloma que ágilmente esquivaba a un niño y sus intentos por atraparla, trató de leer los labios de un señor vestido de saco y corbata que hablaba por el celular, sin tener éxito, después de dar una segunda repasada con la mirada vio algo que no había notado anteriormente, era un vagabundo que estaba justo enfrente de ella y se le ocurrió que podría ser una buena historia el saber como una persona común se puede convertir en un vagabundo.

Se acercó discretamente y preguntó por su nombre. El no contestó inmediatamente, se hizo un letargo en la mirada del vagabundo y tras unos segundos volvió en si y contestó... Soy Nahuel, "Hoy voy a cambiar".

Al principio, parecía una locura querer hablar con él, pero una corazonada le decía que podía resultar algo muy bueno de esa plática, le explico a Nahuel su situación y que sólo le haría unas preguntas, Nahuel la miró y le dijo:

-Si te puedo ayudar, solo requiero que me hagas tres favores.
-¿Cuáles son? Preguntó Karla con cierto aire de ingenuidad.
Hizo un chiflido, y Pancho enseguida se paró y dejó atrás el colchón donde dormía para dirigirse hacia él. Nahuel lo abrazó y le dijo a Karla:
-Consíguenos algo de comer.
-Después de conseguirles comida ¿Cuál seria el segundo favor?
-Uno a la vez, uno a la vez.

Karla por un momento pensó que ese vagabundo se estaba aprovechando de la situación, pero accedió, un tanto por samaritana y otro tanto por necesidad de conseguir una buena historia. Regresó a los 10 minutos con dos tamales y un atole para ellos.

Nahuel, vio  olió e hizo un comentario nada acertado: ¿Solo esto? y con desgano se comió uno y el otro se lo dio a Pancho.

-Bien, ahora el segundo favor...
-Oiga señor, como puedo saber que lo que me va a decir es realmente bueno, primero cuénteme algo para saber si vale la pena.
-¿Cual es tu nombre?
-Karla
-Karla, créeme, esto vale mucho la pena y nunca se lo he contado a nadie. Aunque no me creas, presentía que hoy vendrías, además el segundo favor es muy fácil. Antes de contestar tus preguntas, te contaré algo, solo escucha atentamente.
A Karla le pareció que era algo con lo que podía cumplir fácilmente, así es que asintió con la cabeza.
-Bien, entonces empezaré.

Yo llegué a tener todo lo que te puedes imaginar, una buena casa, un buen carro, tenia un grandioso empleo, una bonita familia y parecía ser la persona mas feliz del mundo, pero yo tengo una maldición y mas tarde que temprano se hizo notar en mi vida.

Cada uno de los elementos que componía mi feliz vida, se fue desmoronando uno a uno.

Mi maldición es saber cuando va a morir a alguien. Karla no pudo evitar reír  pero enseguida Nahuel procedió con su historia.

Desde que era niño mi madre me advirtió de esto, y me dijo que debía contárselo a la persona involucrada para que estuviera prevenida y que era la única forma de que se salvaría. Nunca ocurrió durante mi niñez, pero cuando cumplí la edad de 35 años empezó mi martirio.

Cuando la muerte ronda a alguien, veo a la persona con una sombra que siempre lo sigue, lo vi con uno de mis mejores amigos, se lo conté y al otro día murió, fue algo que me dejó muy mal durante algunos meses, de alguna forma me sentía culpable de su desdicha. Lo más trágico ocurrió cuando empezó con mi familia cercana, primero mi madre, enseguida mi esposa, no sabia que estaba haciendo mal, pues cumplía cabalmente con las indicaciones de contárselo y aun así parecía no detener a la muerte que las rondaba.

Incluso, cuando sucedió lo de mi esposa, a mi me acusaron de haberla matado, me quitaron la custodia de mi hija, y yo estuve recluido durante 5 años en una prisión hasta que pude demostrar el no haber tenido que ver con su muerte. Para ese entonces, mi hija ya había sido dada en adopción y al parecer se la habían llevado a otro país, así  que no supe mas de ella.

Y es así que sin nada que perder perdí el interés en la vida y en mi mismo, y terminé vagabundo por las calles.

Antes de pedirte el último favor, te contaré que salió mal y porque la muerte siempre parecía ganar sin importar que yo se los contara. Lo que salia mal y que no sabia es que ellos mismo no debían decírselo a nadie mas, es un secreto que debían guardar y hasta el momento que lo revelaran, ocurriría su muerte.

-Ahora si te pido el último favor. ¿Estas lista?

Karla sin terminar de asimilar bien la información, creyéndole cada una de sus palabras y sintiendo una pena por el, le contestó que si.

-No se lo cuentes a nadie, porque hay una sombra rondándote.

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