Dos personas, dos estilos diferentes, dos ciudades tan distantes... un tema, una historia.

viernes, 24 de marzo de 2017

Hiroshima & Nagasaki, entre bombas y dobles hibakusha

Memorias -no oficiales- de Paul Tibbets


Después de haber realizado pruebas en la mas absoluta discreción en el desierto de Nuevo México y haber entrenado durante mas de un año acerca de como se llevaria a cabo la misión en el bombardero modificado B-29... Llegó el momento.

El objetivo: Bombardear la ciudad de Hiroshima con nuestra arma de destrucción masiva, la bomba atomica.

Ya el día anterior se me informó que tendríamos que salir de madrugada para poder llegar muy temprano a nuestro destino, asi es que se nos ordenó dormir desde la tarde para estar preparados cuando llegara el momento. Avisé de inmediato a la tripulación, incluyendo a Robert Lewis, un donjuán, un mujeriego sin remedio a quien considero nuestro mejor piloto, y de a quien pertenece el avión seleccionado para la misión. Cualquiera pensaria que el seria el piloto principal, pero ese honor, lo dejaría para mi y Lewis lo asignaria como mi copiloto.

Momentos antes de salir ya cuando todos nos encontrabamos de frente a la nave Lewis me reclamó el haber colocado las letras Enola Gay, justo a babor de la aeronave, le mencioné que era el nombre de mi mamá y así pasaria a la historia junto conmigo, era una forma de agradecer todo el apoyo recibido durante aquellos años en los que me emocionaba el fantasear con ser piloto y mi papá efusivamente queria que me dedicara a la noble profesión de curar personas.

Al iniciar el procedimiento de chequeo de instrumentos del avión no nos dirigimos la palabra, Lewis estaba visiblemente molesto porque a el le hubiera gustado nombrar su avión de otra manera, pero bueno, ya me habia anticipado y no pensaba disculparme por eso. Cuando el B-29 despegó, su peso era de 66.600 kg (incluyendo 31.500 litros de queroseno). Recuerdo que Lewis estaba inquieto. Por eso no le dije que iba a mantener el avión sobre la pista durante mas tiempo para obtener la mayor velocidad posible.
Era facil de reconocer que íbamos con mucho sobrepeso. Mientras rodábamos en la oscuridad, sabía que nos estábamos quedando sin pista. Entonces Lewis me gritó: "Va demasiado pesado, sube el morro, ¡Ahora!"». Lo ignoré por completo y Lewis intentó tomar los mandos. ¡No los toques!, le ordené. Ambos sabíamos que al final de la pista había un acantilado y que dependia de mi, que la misión despegara correctamente, justo cuando nos encontrabamos al final de la pista, el Enola Gay se elevó lentamente hacia el cielo nocturno.

Varias horas más tarde Hiroshima estaba cerca y ninguno de los dos habiamos intercambiado palabras, Lewis pasó la mayoría del tiempo escribiendo en un cuaderno. Terminé cediendo y pregunté ¿que haces? él solo dijo: escribiendo mis memorias. Le indiqué que no podia hacer eso, Lewis se encogió de hombros y continuó escribiendo. Esa actitutd me enojó y no me quedó mas remedio que informarles de las ordenes que habia recibido, le di una pastilla de cianuro y le dije que no nos podian atrapar vivos y que cualquiera que se reusara a tomarlas debia ser muerto por alguno de nosotros. Me paré, dejé en sus manos el timón mientras iba con el resto de la tripulación para decirles exactamente lo mismo, todos se quedaron asombrados y asintieron con la cabeza.

Son las 8:14 y estamos sobrevolando la isla, desde esa altura denota un aire de tranquilidad y paz, el cielo es hermoso y es una mañana despejada, y por unos segundos me dejo impresionar por la belleza paisajistica del mar bañando las costas de esta progresista ciudad; regreso de esa breve distracción y ordeno a todos colocarse los lentes especiales Polaroid, que evitaría dañar sus ojos del fogonazo que se avecina y que convertirá a ese poblado en un infierno.

Veo mi reloj y ya son las 8:15, no hay mas tiempo para esperar y ordeno que se abran las compuertas para que se libere al "Little boy", ese cuerpo regordete metálico por unos momentos después de liberarlo pareciera que su caida es lenta, incluso que se detiene algunos instantes en su loca caida. Después de un largo silencio entre la tripulación escuchamos un estruendo y la figura inconfundible del hongo radioactivo se dibuja en el paisaje, la incertidumbre llena la atmosfera de la aeronave, ya que como nos advirtieron los cientificos no saben que efecto pueda producir la onda expansiva al avión.

Lewis queda absorto, -la historia oficial después diria que sus primera palabras serian, "¿Dios, que hemos hecho?"- pero yo que estuve con él, se que las verdaderas palabras fueron: "Wow, menudo pepinazo".

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La otra cara -la mas devastadora- de la moneda

Era temprano, Nagasaki, 9 de agosto 1945 y yo iba saliendo de mi casa en las afueras de la ciudad, a duras penas, una casa de madera cerca de las montañas. Mi familia me mimaba de cuidados dada mi situación de varias quemaduras de 2o y algunas de 3er grado sobre lado izquierdo de mi cuerpo. Necesitaba tomar la luz del día que se asomaba débilmente entre un claro de nubes que se avistaba por encima de la ciudad. Tan tranquila en ese momento. Más temprano, cerca de las 8am se había lanzado la alerta de bombardeo en la ciudad, traté de convencer a mi familia de evacuar, pero cuando se retiró la alarma decidieron no hacerlo a pesar de mi insistencia, pensaban que estaba demasiado traumatizado por mi experiencia anterior. Eran 11am y todo parecía tranquilo, de repente, alcancé a escuchar aviones por encima y entonces una luz cegadora me derribó con un estruendo indescriptible y perdí la consciencia.

Al despertar las sábanas blancas con olor a medicina lo hacía evidente, estaba en un hospital otra vez. La piel me ardía por todas partes, entonces en la cama de mi lado izquierdo con mi ojo descubierto de vendajes vi a un hombre acostado con la mitad de su cuerpo vendada igual que yo, era Tsutomu Yamaguchi. Nuestra condición de sobrevivientes nos hizo identificarnos inmediatamente. Me platicó que él había vivido este infierno dos veces, cuando me lo dijo comprendí que tanto él como yo, eramos un doble hibakusha.
El horror de la guerra parecía no terminar. La exposión de la bomba no había sido nada. Entre sueños, más bien pesadillas, recordaba lo ocurrido en, lo que llamé, mi primera experincia atómica. Hiroshima había sido auténticamente debastada. Me había tocado estar cerca del "lugar cero", lo suficientemente lejos como para no morir en el instante, pero lo suficientemente cerca para alcanzar a ser aturdido por la onda de expansión de la explosión. Mis quemaduras no se habían hecho por la bomba directamente, fue un incendio en el edificio donde dese hace ya un año trabajaba. Estaba como encargado en aquella tienda de abarrotes y utensilios de casa. Un peligro que no imaginé, tan fácil fue que se inició ese incendio, que cuando intentamos reaccionar ya era demasiado tarde. Nadie llegó a nuestro auxilio. Por suerte la mayoría pudimos escapar. No quienes quedaron atrapados en el incendio, trabajadores y clientes, por quienes no pudimos hacer nada, en vano quemé mi brazo izquierdo y parte de mi torso del mismo lado en el intento de socorro, ver y escuchar morir a esas personas justo estando presente es uno de los terrores más grandes que está desde entonces alojado en lo profundo de mi mente.

Comenzé a caminar. Yo mismo no podía moverme con facilidad, sin embargo en cuanto pude ponerme de pie y moverme no dejé de hacerlo. Caminé y me alejé. Vi que había personas todavía peor que yo. No pude reconocer a nadie. Eramos una horda de zombies oscuros, casi almas en pena, deambulando hacia la nada, nadie hablaba, no había nada que pudiera explicarse en ese momento.  Huí de la lluvia tóxica que siguió, sabía que por el daño que se le había hecho a la tierra y al cielo, no podía venir nada bueno. Aguantando la sed gracias a una botella de agua que alcancé a rescatar de la tienda y ocultar entre mis ropas andrajosas, un poco de agua era más que un tesoro en esas circunstancias, la gente estaba dispuesta a cualquier cosa por conseguir una gota al menos, era horrible. Conseguí llegar a un puesto militar que estaba socorriendo a los sobrevivientes. No se cuanto tiempo pasó, de la gente que vi que ibamos camianndo hacia el mismo rumbo, sólo pude reconocer que ya no eramos el mismo número, este había descendido considerablemente cuando por fin pudimos llegar con quienes nos socorrieron.

Me desmayé y pasé el día en el improvisado puesto médico militar. Cuando me desperté vi que no era de los que peor estaba, así que en cuanto pude levantarme me fui lejos de ahí, con la opresión en el estómago de saber que no podía hacer nada por la gente que estaba a mi alrededor.

Así logre llegar a casa de mi familia en Nagasaki, casi las afueras, sin imaginar que la bomba caería cerca de ahí, no en el centro de la ciudad por suerte, pero si cerca de donde estaba la casa de mi familia, que se derrumbó, mi familia volvió a salvarme, quedando yo peor.


Lo que siguió de las exposiones fue peor, mucho peor que las explosiones mismas. Ser testigo de mi propia recuperación junto con las ciudades fue una experiencia amarga. Japón se rindió por fin, la guerra estaba por terminar. El mundo estaba "feliz" y Japón debastado. El terror atómico no terminó. Tantos que murieron por la explosión, tantos más por los efectos a causa de la radiactividad de las bombas, tan así que muchos hubieran preferido que la bomba les hubiera caido justo encima, en lugar de haber tenido que padecer después de esos vómitos negros, lluvia toxica, cáncer, mutilaciones, hemorragias internas.

Tsutomu Yamaguchi y yo compartimos sólo algunas palabras, ya nunca más supe de él después. Ni yo quise dar mi cara a los medios. No tenía intención de mostrar ni recordar las pesadillas vividas. Vivo lo que me queda con el mayor entusiasmo, compartiendo vivencias y buscando esperanza en la humanidad, esa que es capaz de aniquilar a su prójimo así.

Japón hizo mucho mal en la guerra, así como los paises europeos que ganaron y los que perdieron. América hizo mucho mal en la guerra, todos somos parte de lo mismo, de lo bueno y lo malo. Tengo esperanza que no vuelva a pasar, mientras no se olvide, no importa cuantas veces alguien pueda vivir un infierno, uno nunca se acostumbra.....

Carta anónima de un doble hibakusha (sobreviviente a la explosión atómica en Japón)

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